ELENITA EN CLASE TURISTA
JULIO RÍOS
Apenas había subido al vuelo 420 que salía de la Ciudad de México con destino a Mérida y Elena Poniatowska empezó a recibir muestras de cariño. Bañada por sonrisas de los pasajeros, la escritoria subió a la aeronave en una silla de ruedas empujada por un joven. Todos estaban sorprendidos de la sencillez que muestra la escritora al viajar en clase turista.
Yo ya recargaba mi cabeza para tratar de descansar de la "desmañanada" de ese día para tomar primero un vuelo en Guadalajara y luego la conexión en el Distrito Federal rumbo a Merida, para acudir a la Feria Internacional de la Lectura que organiza la Universidad de Yucatán. Una sobrecargo llamó mi atención no solo por su estilizada figura y dulce voz, sino por su petición. "Tenemos a una persona, adulto mayor, quedó junto a la salida de emergencia y no debe ser así. Pedimos un voluntario para cambiarle el lugar".
No tardé en ofrecerme. Me acerqué y me sorprendí. No esperaba que fuera Elenita. "Muchas gracias joven", dijo con una sonrisa de ternura maternal.
Durante el tiempo que duró el vuelo no dejaba de voltear hacia mi asiento original para reconfirmar que efectívamente fuera Elenita. Quizá luce más chaparrita en la realidad que en las fotos, y su rostro menos enrojecido. Pero sí que lo era.
Ese 8 de marzo del 2014 cuando aterrizamos y se acercó a recoger su maletita, no pude evitar abrazarla. “Me gustan mucho sus libros, felicidades por el premio. La queremos mucho", le dije. De nuevo, la sonrisa tierna acompañada de un "Gracias" fue mi recompensa.
Bajé el equipaje de mano que había guardado en el compartimiento y a ella ya la esperaban sus familiares que viven en Mérida. A mi no me quedó más que tomar un taxo carísimo para irme al Centro de Convenciones Siglo XXI. Ella, también iba parra allá.
El abrazo inmenso
En el ingreso al salón Progreso, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis estaban sentados leyendo un libro.
Por lo menos así lucían dos estatuas vivientes caracterizadas por dos yucatecos de parecido físico con los escritores. Elenita Poniatowska, que llevaba a una de sus nietas de la mano, decía a los reporteros: “Me dio mucho gusto ver a Monsiváis y a José Emilio, que los hayan resucitado”.
Ahí en el Centro de Convenciones Siglo XXI donde durante nueve días desfilaron 91 autores, como Fernando Savater, Hugo Gutiérrez Vega, Paco Ignacio Taibo II, Margo Glantz, Jorge Volpi, Sara Sefchovich, entre otros, para presentar libros y ofrecer charlas, de nuevo me encontré a Elenita. Provocó tumultos a su alrededor, sobre todo de los jóvenes que se aprestaban a abrazarla y a tomarse fotos con los celulares. Ella se dejaba apapachar. Todos la felicitaban por la entrega de la Medalla a la Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que recibirá el miércoles 12 de marzo en Mérida, pero sobre todo por el premio Cervantes de Literatura 2013 que le darían el 23 de abril.
Sobre el Premio Cervantes que recibirá en Madrid el 23 de abril, Elenita afirmó en las entrevistas a los reporteros: “Me siento feliz, sorprendida, no me lo creía, muy honrada. Y ya voy a cumplir 82. Yo le debo a la vida. La vida conmigo ha sido generosa, soy una mujer con muy buena estrella, he sido muy afortunada”.
Y se dijo optimista porque el hábito de la lectura va creciendo, sobre todo por este tipo de ferias: “Los jóvenes y las mujeres cada vez tienen más sentido crítico, hay más becas, más premios. Sí hay analfabetismo, pero vamos avanzando”.
Durante todo el día los “caza-autógrafos” y los muchachos que querían obsequiarle abrazos y estrujones, no dejaron de perseguirla. Pero ella, para nada molesta, parecía una máquina de repartir retozos.
De seguro, Elenita continuará recibiendo abrazos, de aquí hasta que reciba su galardón.
Apenas había subido al vuelo 420 que salía de la Ciudad de México con destino a Mérida y Elena Poniatowska empezó a recibir muestras de cariño. Bañada por sonrisas de los pasajeros, la escritoria subió a la aeronave en una silla de ruedas empujada por un joven. Todos estaban sorprendidos de la sencillez que muestra la escritora al viajar en clase turista.
Yo ya recargaba mi cabeza para tratar de descansar de la "desmañanada" de ese día para tomar primero un vuelo en Guadalajara y luego la conexión en el Distrito Federal rumbo a Merida, para acudir a la Feria Internacional de la Lectura que organiza la Universidad de Yucatán. Una sobrecargo llamó mi atención no solo por su estilizada figura y dulce voz, sino por su petición. "Tenemos a una persona, adulto mayor, quedó junto a la salida de emergencia y no debe ser así. Pedimos un voluntario para cambiarle el lugar".
No tardé en ofrecerme. Me acerqué y me sorprendí. No esperaba que fuera Elenita. "Muchas gracias joven", dijo con una sonrisa de ternura maternal.
Durante el tiempo que duró el vuelo no dejaba de voltear hacia mi asiento original para reconfirmar que efectívamente fuera Elenita. Quizá luce más chaparrita en la realidad que en las fotos, y su rostro menos enrojecido. Pero sí que lo era.
Ese 8 de marzo del 2014 cuando aterrizamos y se acercó a recoger su maletita, no pude evitar abrazarla. “Me gustan mucho sus libros, felicidades por el premio. La queremos mucho", le dije. De nuevo, la sonrisa tierna acompañada de un "Gracias" fue mi recompensa.
Bajé el equipaje de mano que había guardado en el compartimiento y a ella ya la esperaban sus familiares que viven en Mérida. A mi no me quedó más que tomar un taxo carísimo para irme al Centro de Convenciones Siglo XXI. Ella, también iba parra allá.
El abrazo inmenso
En el ingreso al salón Progreso, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis estaban sentados leyendo un libro.
Por lo menos así lucían dos estatuas vivientes caracterizadas por dos yucatecos de parecido físico con los escritores. Elenita Poniatowska, que llevaba a una de sus nietas de la mano, decía a los reporteros: “Me dio mucho gusto ver a Monsiváis y a José Emilio, que los hayan resucitado”.
Ahí en el Centro de Convenciones Siglo XXI donde durante nueve días desfilaron 91 autores, como Fernando Savater, Hugo Gutiérrez Vega, Paco Ignacio Taibo II, Margo Glantz, Jorge Volpi, Sara Sefchovich, entre otros, para presentar libros y ofrecer charlas, de nuevo me encontré a Elenita. Provocó tumultos a su alrededor, sobre todo de los jóvenes que se aprestaban a abrazarla y a tomarse fotos con los celulares. Ella se dejaba apapachar. Todos la felicitaban por la entrega de la Medalla a la Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que recibirá el miércoles 12 de marzo en Mérida, pero sobre todo por el premio Cervantes de Literatura 2013 que le darían el 23 de abril.
Sobre el Premio Cervantes que recibirá en Madrid el 23 de abril, Elenita afirmó en las entrevistas a los reporteros: “Me siento feliz, sorprendida, no me lo creía, muy honrada. Y ya voy a cumplir 82. Yo le debo a la vida. La vida conmigo ha sido generosa, soy una mujer con muy buena estrella, he sido muy afortunada”.
Y se dijo optimista porque el hábito de la lectura va creciendo, sobre todo por este tipo de ferias: “Los jóvenes y las mujeres cada vez tienen más sentido crítico, hay más becas, más premios. Sí hay analfabetismo, pero vamos avanzando”.
Durante todo el día los “caza-autógrafos” y los muchachos que querían obsequiarle abrazos y estrujones, no dejaron de perseguirla. Pero ella, para nada molesta, parecía una máquina de repartir retozos.
De seguro, Elenita continuará recibiendo abrazos, de aquí hasta que reciba su galardón.