Virginia Muñoz Gutiérrez
Drogadicto, cholo, malviviente… esto es lo que varios piensan al escuchar la palabra “tatuaje”. Pero ¿qué tan justo es juzgar a las personas por una simple modificación? Aunque muchos no lo crean, los tatuajes no sólo se pueden apreciar en las pieles de criminales. Son una milenaria forma de arte
La historia del tatuaje comienza hace miles de años. Los Maori en Nueva Zelanda utilizaban este arte como una forma de demostrar sus raíces, su familia y sus habilidades. Aún en nuestra era, los Maori llevan en sus rostros los tatuajes faciales (llamados moko), típicos de su tribu. Estos son creados cortando los diseños en la cara y después abriendo de nuevo las heridas para llenarlas con tinta. En otra isla, un poco más cercana, también se ha efectuado este arte por cientos de años. En Hawái, los tatuajes polinesios siguen siendo portados por varios ciudadanos. Estas piezas marcan grandes momentos en la vida de quien las lleva. Es dentro de esta cultura donde se cree que nació la palabra en inglés “tattoo”: (tata-repetidamente con la mano; u-color).
El método usado para realizarlos es bastante doloroso, ya que la tinta era originalmente inyectada golpeando un hueso de pescado posicionado sobre la piel con un palo hasta lograr el diseño deseado. Hoy en día, se utiliza un instrumento de acero en lugar de hueso, pero el resto del proceso y el ritual que se celebra a la par han quedado intactos a través de los años. Se han encontrado cuerpos humanos momificados en Perú a pesar del tiempo aún llevan debajo de su piel la tinta de los tatuajes. Con los estudios realizados a una de las momias en particular, los científicos llegaron a la conclusión de que los tatuajes sirvieron como un alivio al dolor que le causaba la artritis a esa persona. Los tatuajes en Japón estaban estrechamente relacionados con Yakuza, la mafia japonesa. Su obsesión por la tinta comenzó en las cárceles, donde los marcaban con tatuajes para denotarlos como criminales. Al salir, se agregaban más y más diseños para cubrir los viejos, y así llegaban a cubrir con tatuajes toda parte de su cuerpo no visible con ropa puesta.
El arte subterráneo del tatuaje floreció por 400 años entre los Yakuza, y hasta la fecha los tatuajes siguen teniendo connotaciones criminales en Japón. Las pieles de algunos miembros de la mafia ahora son exhibidas, y hasta hay algunas que se venden en el mercado negro.
En varios centros correccionales, especialmente en lugares como Arizona donde hay una gran variedad étnica y cultural adentro, los tatuajes marcan al convicto como miembro de un grupo ideológico o pandilla. Hasta hay algunos que tienen que ser ganados cometiendo ciertos actos, generalmente delictivos. Aunque es ilegal realizarse tatuajes dentro de las cárceles, se pueden encontrar verdaderas piezas de arte sobre la piel de los presos, realizadas con los utensilios más simples que se pueden imaginar. Es así como en nuestro lado del mundo se comienza a relacionar a los tatuajes con los criminales.
Pero también del otro lado se aprecia buena tinta. En las fuerzas armadas de Estados Unidos, los soldados comenzaron a hacerse tatuajes por varias razones, entre ellas homenajear a compañeros muertos en batalla o conmemorar el hecho de regresar a casa con vida. Para los Marines, sus tatuajes marcan logros importantes como cruzar el ecuador, o cruzar el océano por primera vez. También fungen como amuletos de buena suerte.
Hoy en día, en muchas ciudades alrededor del mundo los tatuajes son sólo una forma de arte corporal (AncientInk: Blood and Tattoos, TheHistoryChannel).
Para Betty Gutiérrez, su tatuaje es algo especial porque ella misma lo diseñó. Decidió hacerse esta pieza porque “quería tener algo diseñado por mi misma en la piel.” Es probable que vuelva a hacerse un tatuaje o agrande el que ya tiene, y al preguntarle si en algún momento se ha arrepentido de la tinta sobre su piel Betty contesta rotundamente “No.”
Miguel Coronado afirma que sus tatuajes son un simple gusto. Confiesa que ha sentido la discriminación de las personas en la calle. “Los que me conocen ya se les hace normal pero los que no me conocen si me han tachado de
Drogadicto, cholo, malviviente… esto es lo que varios piensan al escuchar la palabra “tatuaje”. Pero ¿qué tan justo es juzgar a las personas por una simple modificación? Aunque muchos no lo crean, los tatuajes no sólo se pueden apreciar en las pieles de criminales. Son una milenaria forma de arte
La historia del tatuaje comienza hace miles de años. Los Maori en Nueva Zelanda utilizaban este arte como una forma de demostrar sus raíces, su familia y sus habilidades. Aún en nuestra era, los Maori llevan en sus rostros los tatuajes faciales (llamados moko), típicos de su tribu. Estos son creados cortando los diseños en la cara y después abriendo de nuevo las heridas para llenarlas con tinta. En otra isla, un poco más cercana, también se ha efectuado este arte por cientos de años. En Hawái, los tatuajes polinesios siguen siendo portados por varios ciudadanos. Estas piezas marcan grandes momentos en la vida de quien las lleva. Es dentro de esta cultura donde se cree que nació la palabra en inglés “tattoo”: (tata-repetidamente con la mano; u-color).
El método usado para realizarlos es bastante doloroso, ya que la tinta era originalmente inyectada golpeando un hueso de pescado posicionado sobre la piel con un palo hasta lograr el diseño deseado. Hoy en día, se utiliza un instrumento de acero en lugar de hueso, pero el resto del proceso y el ritual que se celebra a la par han quedado intactos a través de los años. Se han encontrado cuerpos humanos momificados en Perú a pesar del tiempo aún llevan debajo de su piel la tinta de los tatuajes. Con los estudios realizados a una de las momias en particular, los científicos llegaron a la conclusión de que los tatuajes sirvieron como un alivio al dolor que le causaba la artritis a esa persona. Los tatuajes en Japón estaban estrechamente relacionados con Yakuza, la mafia japonesa. Su obsesión por la tinta comenzó en las cárceles, donde los marcaban con tatuajes para denotarlos como criminales. Al salir, se agregaban más y más diseños para cubrir los viejos, y así llegaban a cubrir con tatuajes toda parte de su cuerpo no visible con ropa puesta.
El arte subterráneo del tatuaje floreció por 400 años entre los Yakuza, y hasta la fecha los tatuajes siguen teniendo connotaciones criminales en Japón. Las pieles de algunos miembros de la mafia ahora son exhibidas, y hasta hay algunas que se venden en el mercado negro.
En varios centros correccionales, especialmente en lugares como Arizona donde hay una gran variedad étnica y cultural adentro, los tatuajes marcan al convicto como miembro de un grupo ideológico o pandilla. Hasta hay algunos que tienen que ser ganados cometiendo ciertos actos, generalmente delictivos. Aunque es ilegal realizarse tatuajes dentro de las cárceles, se pueden encontrar verdaderas piezas de arte sobre la piel de los presos, realizadas con los utensilios más simples que se pueden imaginar. Es así como en nuestro lado del mundo se comienza a relacionar a los tatuajes con los criminales.
Pero también del otro lado se aprecia buena tinta. En las fuerzas armadas de Estados Unidos, los soldados comenzaron a hacerse tatuajes por varias razones, entre ellas homenajear a compañeros muertos en batalla o conmemorar el hecho de regresar a casa con vida. Para los Marines, sus tatuajes marcan logros importantes como cruzar el ecuador, o cruzar el océano por primera vez. También fungen como amuletos de buena suerte.
Hoy en día, en muchas ciudades alrededor del mundo los tatuajes son sólo una forma de arte corporal (AncientInk: Blood and Tattoos, TheHistoryChannel).
Para Betty Gutiérrez, su tatuaje es algo especial porque ella misma lo diseñó. Decidió hacerse esta pieza porque “quería tener algo diseñado por mi misma en la piel.” Es probable que vuelva a hacerse un tatuaje o agrande el que ya tiene, y al preguntarle si en algún momento se ha arrepentido de la tinta sobre su piel Betty contesta rotundamente “No.”
Miguel Coronado afirma que sus tatuajes son un simple gusto. Confiesa que ha sentido la discriminación de las personas en la calle. “Los que me conocen ya se les hace normal pero los que no me conocen si me han tachado de