Por: Virginia Muñoz
tempranito en la mañana tiene gran encanto. El aire fresco y ligero juega con el agua de la fuente frente a la Parroquia de San Francisco de Asís. Todas las bancas frías, vacías, igual que las calles. A la hora que los creyentes más madrugadores van saliendo de la misa de las ocho, Don Rafa ya está en su silla de bolero, la número 65, marcada “CHENTE II”. Un cafecito y una canción para comenzar el día. La Plaza Morelos
Rafael Franco Morones tiene sesenta años de edad. De esos, cuarenta fueron trabajados aquí, en la plaza. Cuarenta años boleando. “Me ayudó el padre que estaba en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, me dio un cajoncito y empecé a talonearle en las cantinitas que había antes, los restaurantes. Ahí por las calles, las casas.”
Ha crecido y evolucionado, así como la ciudad que lo vio nacer. Cambios para bien, pero en algunas ocasiones cambios que le han afectado de forma negativa.
***
“Antes trabajaba uno mucho. ’Hora se cuenta el que se bolea. No es menos, mucho menos. En las fiestas agarra uno un poquito más de trabajo. Claro que vienen los clientes cada sábado y domingo, fines de semana, es cuando agarra uno un poquito más centavitos.” El fin de semana comparado con este lagañoso miércoles por la mañana es otro Tepatitlán. Hay vendedores y puestos de chucherías en cada esquina. La multitud se mueve por las banquetas como hormigas. Las bancas bajo la sombra parecen estar perpetuamente ocupadas, mientras las que tienen la desgracia de vivir bajo el sol directo se quedan solas.
El crecimiento de la ciudad que a muchos les enorgullece, para Don Rafael es lamentable. “Las tradiciones se han acabado. Las hemos acabado, no sé explicarme. Antes era un Tepa muy bonito, ahora no me gusta para nada. Aunque yo nací aquí y vivo aquí. Porque ya hay mucho tráfico, mucha competencia, mucho de todo. Ya no me gusta. Antes me gustaba porque había mucho dinero para trabajar. Ahora ya no hay dinero, muchos tenis, muchos huaraches, mucho de todo, y raro es el que se viene a bolear, que tiene dinero o alguna fiesta, alguna quinceañera, un matrimonio...” Ahora abundan sobre nuestras banquetas los tenis en lugar de botas. Las tradiciones van mezclándose, renovándose, hasta ser una criatura totalmente nueva.
***
Pero Rafael Franco tiene un don que lo hace resaltar, y ese don es su magnífica voz. Antes de dedicarse a bolear, cantaba en los camiones para ganarse el pan de cada día. “Vendía cartitas, ahí pasaban los camiones por la plaza, era muy bonito, muy bonito aquello. Corría atrás de los camiones, cantaba en los camiones pa’ ganar una moneda porque tenía año y dos meses cuando mi padre nos dejó. La vida me hizo... o sea yo no tuve padre, pa’ que me entienda, entonces yo me aventé yo sólo. A cantar a los camiones, a cantar en el mercado, a cantarles a mis clientes, les boleaba y les cantaba, me gustó mucho cantar. Y todavía me gusta.” Su padre abandonó a la familia y sólo regresaba de vez en cuando, dejando a su madre con un hijo más. “Ya murieron cuatro, quedamos tres vivos. Soy el de en medio. Hay uno más chico, luego sigo yo, luego una hermana. De siete, quedamos tres.”
Se ha convertido en un ícono de Tepatitlán, esa voz estruendosa que acaricia el oído, jala las lágrimas y arrebata el corazón. Un premio más reciente de entre tantos que ha ganado es el primer lugar en el concurso de canto que llevó a cabo la Cámara de Comercio el 14 de septiembre dentro del marco de las Fiestas Patrias en 2014. En su casa, hay un cuarto dedicado a resguardar todas esas victorias. La canción es una carta de presentación para este hombre. Le ha dado consuelo, alegría y hasta de comer.
***
Así como ha habido triunfos, también ha habido uno que otro trago amargo en las competencias. En alguna ocasión que entró a un concurso de canto donde se estipulaba que no se aceptarían cantantes profesionales, Don Rafa perdió ese primer lugar al cantante de un mariachi. “Se quitó todo, era del mariachi. En el papel decía ‘no cantantes profesionales’. Ellos no lo tomaron en cuenta. Yo les dije, ‘ustedes no tomaron en cuenta esto, miren.’ Se voltearon a ver uno al otro. ‘Pos ni modo chaparrito, ya les dimos.’” El público lo aclamaba, sin embargo el primer lugar fue para otro. “Yo quisiera que uno me tumbara de veras, de corazón. Lo abrazaba, lo felicitaba. Quisiera que tuviera treinta y tantos años de cantante y me tumbara. Pero bien. No porque ellos dicen.” Ha competido también en Yahualica, Ocotlán y Arandas, entre otros, llevándose el primer lugar. “Con mi colmillo que tengo, los acabé.”
***
“La experiencia es lo que cuenta. Poco a poco, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando... y de tanta quemazón, te haces más artista. La experiencia hace al hombre. Y hace al artista.” El sol comienza a escalar los edificios y arrastrarse por el suelo hasta nuestro lado de la plaza, mientras se escucha Marco Antonio Solís por las bocinas.
“Yo tuve muchas oportunidades... Toño Aguilar en paz descanse me quería llevar a sus caravanas, Roberto Aguilar, Humberto Cravioto, todos ellos me querían llevar a sus caravanas pero tengo una mujer muy celosa que nunca me dejó”. Pero no vaya a pensar usted, querido lector, que esto lo dice Don Rafael con arrepentimiento o angustia alguna.
“A lo mejor Dios me dijo, aquí te quedas. Te quedas aquí y ya. Es lo que me tocaba. Y le doy gracias a Dios que si eso me tocó, que bueno. Qué bueno que Dios quiso que yo me quedara aquí. Aquí con mi público le canto, los boleo y les canto su canción. Mucho no vienen por bolear, vienen pa’ que les cante. Pero de todos modos estoy a sus órdenes, de todos modos me dejan el peso pa’ comer. Y me da gusto. Mi vida la he vivido de lujo. Mis hijos son muy buenos. Gracias a Dios.” Tiene veinte años con su mujer, y seis hijos. “Pos ya están grandes. El más chico tiene 22. La más grande 38. Ya están grandes. Ya no me piden nada.”
Con la promesa de otra plática y un cafecito en el futuro, me levanto de la banca y comienzo a caminar. Para seguir adelante, no cabe duda, hay que mantener el paso ligero y una canción en el corazón.
Aquí, una muestra de este "Charro Bolero"
http://youtu.be/5t-0hx9r3uk
Rafael Franco Morones tiene sesenta años de edad. De esos, cuarenta fueron trabajados aquí, en la plaza. Cuarenta años boleando. “Me ayudó el padre que estaba en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, me dio un cajoncito y empecé a talonearle en las cantinitas que había antes, los restaurantes. Ahí por las calles, las casas.”
Ha crecido y evolucionado, así como la ciudad que lo vio nacer. Cambios para bien, pero en algunas ocasiones cambios que le han afectado de forma negativa.
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“Antes trabajaba uno mucho. ’Hora se cuenta el que se bolea. No es menos, mucho menos. En las fiestas agarra uno un poquito más de trabajo. Claro que vienen los clientes cada sábado y domingo, fines de semana, es cuando agarra uno un poquito más centavitos.” El fin de semana comparado con este lagañoso miércoles por la mañana es otro Tepatitlán. Hay vendedores y puestos de chucherías en cada esquina. La multitud se mueve por las banquetas como hormigas. Las bancas bajo la sombra parecen estar perpetuamente ocupadas, mientras las que tienen la desgracia de vivir bajo el sol directo se quedan solas.
El crecimiento de la ciudad que a muchos les enorgullece, para Don Rafael es lamentable. “Las tradiciones se han acabado. Las hemos acabado, no sé explicarme. Antes era un Tepa muy bonito, ahora no me gusta para nada. Aunque yo nací aquí y vivo aquí. Porque ya hay mucho tráfico, mucha competencia, mucho de todo. Ya no me gusta. Antes me gustaba porque había mucho dinero para trabajar. Ahora ya no hay dinero, muchos tenis, muchos huaraches, mucho de todo, y raro es el que se viene a bolear, que tiene dinero o alguna fiesta, alguna quinceañera, un matrimonio...” Ahora abundan sobre nuestras banquetas los tenis en lugar de botas. Las tradiciones van mezclándose, renovándose, hasta ser una criatura totalmente nueva.
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Pero Rafael Franco tiene un don que lo hace resaltar, y ese don es su magnífica voz. Antes de dedicarse a bolear, cantaba en los camiones para ganarse el pan de cada día. “Vendía cartitas, ahí pasaban los camiones por la plaza, era muy bonito, muy bonito aquello. Corría atrás de los camiones, cantaba en los camiones pa’ ganar una moneda porque tenía año y dos meses cuando mi padre nos dejó. La vida me hizo... o sea yo no tuve padre, pa’ que me entienda, entonces yo me aventé yo sólo. A cantar a los camiones, a cantar en el mercado, a cantarles a mis clientes, les boleaba y les cantaba, me gustó mucho cantar. Y todavía me gusta.” Su padre abandonó a la familia y sólo regresaba de vez en cuando, dejando a su madre con un hijo más. “Ya murieron cuatro, quedamos tres vivos. Soy el de en medio. Hay uno más chico, luego sigo yo, luego una hermana. De siete, quedamos tres.”
Se ha convertido en un ícono de Tepatitlán, esa voz estruendosa que acaricia el oído, jala las lágrimas y arrebata el corazón. Un premio más reciente de entre tantos que ha ganado es el primer lugar en el concurso de canto que llevó a cabo la Cámara de Comercio el 14 de septiembre dentro del marco de las Fiestas Patrias en 2014. En su casa, hay un cuarto dedicado a resguardar todas esas victorias. La canción es una carta de presentación para este hombre. Le ha dado consuelo, alegría y hasta de comer.
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Así como ha habido triunfos, también ha habido uno que otro trago amargo en las competencias. En alguna ocasión que entró a un concurso de canto donde se estipulaba que no se aceptarían cantantes profesionales, Don Rafa perdió ese primer lugar al cantante de un mariachi. “Se quitó todo, era del mariachi. En el papel decía ‘no cantantes profesionales’. Ellos no lo tomaron en cuenta. Yo les dije, ‘ustedes no tomaron en cuenta esto, miren.’ Se voltearon a ver uno al otro. ‘Pos ni modo chaparrito, ya les dimos.’” El público lo aclamaba, sin embargo el primer lugar fue para otro. “Yo quisiera que uno me tumbara de veras, de corazón. Lo abrazaba, lo felicitaba. Quisiera que tuviera treinta y tantos años de cantante y me tumbara. Pero bien. No porque ellos dicen.” Ha competido también en Yahualica, Ocotlán y Arandas, entre otros, llevándose el primer lugar. “Con mi colmillo que tengo, los acabé.”
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“La experiencia es lo que cuenta. Poco a poco, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando, te vas quemando... y de tanta quemazón, te haces más artista. La experiencia hace al hombre. Y hace al artista.” El sol comienza a escalar los edificios y arrastrarse por el suelo hasta nuestro lado de la plaza, mientras se escucha Marco Antonio Solís por las bocinas.
“Yo tuve muchas oportunidades... Toño Aguilar en paz descanse me quería llevar a sus caravanas, Roberto Aguilar, Humberto Cravioto, todos ellos me querían llevar a sus caravanas pero tengo una mujer muy celosa que nunca me dejó”. Pero no vaya a pensar usted, querido lector, que esto lo dice Don Rafael con arrepentimiento o angustia alguna.
“A lo mejor Dios me dijo, aquí te quedas. Te quedas aquí y ya. Es lo que me tocaba. Y le doy gracias a Dios que si eso me tocó, que bueno. Qué bueno que Dios quiso que yo me quedara aquí. Aquí con mi público le canto, los boleo y les canto su canción. Mucho no vienen por bolear, vienen pa’ que les cante. Pero de todos modos estoy a sus órdenes, de todos modos me dejan el peso pa’ comer. Y me da gusto. Mi vida la he vivido de lujo. Mis hijos son muy buenos. Gracias a Dios.” Tiene veinte años con su mujer, y seis hijos. “Pos ya están grandes. El más chico tiene 22. La más grande 38. Ya están grandes. Ya no me piden nada.”
Con la promesa de otra plática y un cafecito en el futuro, me levanto de la banca y comienzo a caminar. Para seguir adelante, no cabe duda, hay que mantener el paso ligero y una canción en el corazón.
Aquí, una muestra de este "Charro Bolero"
http://youtu.be/5t-0hx9r3uk